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La primera nutrición, especialmente a través de la lactancia materna, desempeña un papel crucial en la protección contra enfermedades, el desarrollo cerebral y la provisión de una fuente segura y nutritiva de alimentos.

Los primeros mil días en la vida de una persona determinan en gran medida el estado de salud en sus etapas subsecuentes: infancia, adolescencia e incluso hasta edad adulta. 

Durante las primeras etapas, los hábitos de alimentación, así como el ejercicio, pueden marcar la diferencia en la calidad de vida de las personas. Una dieta correcta y equilibrada, de acuerdo con la edad, sexo, actividad física y disponibilidad de alimentos, hará la diferencia entre mantener la salud y bienestar físico y enfrentar el padecimiento de enfermedades crónicas en etapas posteriores.

Alrededor de los primeros veintiocho días posteriores al nacimiento, la nutrición y los cuidados son determinantes en su crecimiento y desarrollo y en este sentido, numerosos estudios confirman la importancia de la lactancia materna. Una vez que el bebé nace, se produce una sustancia llamada calostro, a partir de la cual se obtienen todos los nutrimentos que se requieren durante los primeros días de vida. 

Este fluido es rico en hidratos de carbono, proteínas, lípidos, vitaminas y minerales, además, contiene anticuerpos, agentes antiinfecciosos, factores antiinflamatorios, enzimas y hormonas, que resultan indispensables para el desarrollo y crecimiento del bebé.

En los días subsecuentes a la producción de calostro, las glándulas mamarias comienzan a regular la producción de leche. La leche materna ofrece la mejor nutrición para la mayoría de los infantes, incluso para los bebés que nacen antes de término o aquellos que padecen alguna enfermedad o condición de salud. Solo en casos muy especiales, cuando existe una contraindicación médica, deberá suspenderse la lactancia materna, pero fuera de estas situaciones particulares, es y seguirá siendo la mejor opción de alimentación para el bebé.

De acuerdo con la Academia Americana de Pediatría, la recomendación es que durante los primeros seis meses de vida, la alimentación del bebé sea exclusivamente leche materna, ya que, como se dijo, contiene los nutrimentos necesarios para el acelerado crecimiento y desarrollo del bebé durante este periodo.

La leche materna es rica en proteínas y ácidos grasos, lo que la hace ideal para el crecimiento y desarrollo del bebé y su composición cambia a medida que va creciendo, para satisfacer todas las necesidades nutricionales.

Sin embargo, aunque la leche materna es el alimento ideal durante esta etapa de la vida, el bebé necesitará recibir vitamina D adicional a partir del nacimiento y hierro a partir de los cuatro meses.

La lactancia materna trae beneficios probados no solo para el bebé, sino también para la madre. Los bebés amamantados tienen menor riesgo de padecer enfermedades como: asma, obesidad, diabetes tipo 1 e infecciones gastrointestinales, entre otras. Y por otra parte, para la mamá que amamanta, se ha demostrado que tiene menor riesgo de padecer cáncer de mama y ovario, diabetes tipo 2 y presión arterial alta. 

Adicional a los beneficios de salud física y nutrimental para el bebé, la lactancia materna beneficia tanto a la mamá como al bebé por motivos psicológicos, fisiológicos y emocionales. Lamentablemente las encuestas revelan que en México tan solo tres de cada diez bebés se alimentan con leche materna durante los primeros seis meses de vida.

En ocasiones, cuando existen situaciones en las que no se puede ofrecer lactancia materna, una alternativa son las fórmulas infantiles, que se han diseñado con base en la composición de la leche materna, pero que hasta la fecha no la han podido igualar. Aunque ciertamente estos productos están regulados y deben cumplir con altas concentraciones de proteína que aseguren cubrir con los nutrimentos esenciales que el bebé necesita. 

Algunos estudios han dejado de manifiesto que las mayores concentraciones de proteína (1.3 g/dl en las fórmulas infantiles de inicio vs 0.9 g/dl en la leche materna) durante los primeros seis meses se han relacionado con la predisposición a la obesidad, enfermedades cardiovasculares y diabetes.

Pasados los primeros seis meses, la Organización Mundial de la Salud sugiere continuar con la lactancia materna, combinada con alimentación complementaria, extendiendo este periodo incluso hasta los dos años o más. La incorporación de nuevos alimentos debe estar guiada por un especialista en salud infantil y lactancia materna, que determine el tipo y cantidad de alimento adecuados, tanto para el bebé, como para la mamá. 

La incorporación de alimentos sólidos complementarios permite suplir la necesidad de nutrimentos que la leche materna ya no aporta pasado ese tiempo. 

Los cereales son los primeros alimentos que se incorporan a la dieta y después, de forma gradual, se introducen purés de frutas y verduras, leguminosas y por último, los purés de carne y pollo. La incorporación de estos grupos de alimentos, además de cubrir las necesidades nutrimentales, desarrolla la capacidad de masticar y si se complementan con la leche materna, se disminuye la incidencia de desarrollar alergias. 

Como se dijo, los alimentos desarrollados específicamente para infantes deben cumplir con la normatividad, que establece estrictos estándares de calidad, como el hecho de que no deben incluir conservadores, ni adicionarse con azúcar ni sal. Para contrarrestar la anemia ferropénica, gran parte de estos alimentos están enriquecidos con hierro, como sucede con los cereales y las carnes trituradas.

Tras el primer año de vida y hasta los tres años, los niños continúan su crecimiento, aunque a una velocidad más lenta con respecto al primer año de vida. Al final de este periodo, alcanzan el cincuenta por ciento de su estatura adulta, por lo que estos primeros mil días son considerados cruciales en la salud posterior e incluso, de toda la vida.

Aunado a que se logra el desarrollo cognitivo y la maduración de órganos y sistemas, se sientan las bases de los hábitos de alimentación, que sin duda tendrán un efecto positivo para contrarrestar la incidencia de enfermedades no transmisibles.

Una vez que los pequeños van a la escuela, la cantidad de energía que requieren irá aumentando proporcionalmente conforme siguen creciendo, por lo que es necesario ofrecerles una dieta balanceada, correcta y en cantidades y proporciones suficientes, la cual debe cubrir todas las necesidades nutrimentales.

Se ha observado que cuando se tiene acceso a alimentos saludables, convenientes y deseables, se toman mejores decisiones alimentarias. La legislación en este sentido contribuye tanto a la promoción de una alimentación saludable para los niños, como a mantener adecuados sistemas de salud, agua, saneamiento, educación y protección social.

Todo ello juega un papel muy importante en la promoción de una adecuada nutrición para la población infantil. Hoy día, la industria ofrece productos que han sido reformulados para brindar beneficios a la salud y para reducir el problema de la malnutrición. Sin embargo, el impacto que pueden tener estos productos en la salud infantil se verá influido por diversos factores, como la educación nutricional, los hábitos de alimentación y los hábitos de consumo de las familias.

Lamentablemente, la mala nutrición en todas sus formas es un problema que afecta a uno de cada tres niños. Según las cifras reportadas en 2019 por la UNICEF, una mala nutrición provoca retraso en el crecimiento, y/o genera sobrepeso. La triple carga de la mala nutrición: desnutrición, hambre oculta (la deficiencia de vitaminas y minerales) y sobrepeso, tiene, además de consecuencias directas en la supervivencia, crecimiento y desarrollo de la población infantil, un impacto importante en la economía y en el desarrollo de las naciones.

La promoción de una adecuada nutrición y una dieta sana resultan vitales para lograr un óptimo desarrollo infantil. Durante la infancia y también durante la adolescencia, un estilo de vida saludable disminuye la incidencia de padecer enfermedades en etapas posteriores de la vida; esto incluye, buenos hábitos de alimentación, actividad física y ejercicio. 

De acuerdo con cifras reportadas por la Encuesta Nacional de Salud, más del ochenta por ciento de los niños en nuestro país no practica una actividad física adecuada. 

Por otra parte, la hidratación se suma a los buenos hábitos de alimentación. Una hidratación adecuada, permite incorporar los fluidos necesarios para el correcto funcionamiento del organismo y recuperar los líquidos que se pierden tras la actividad física y el ejercicio. El agua simple, la leche, las bebidas lácteas, los jugos naturales de frutas, las sopas, las frutas y las verduras son excelentes opciones para mantener el nivel de líquidos en el organismo.

La incorporación de alimentos y bebidas en la dieta de la población infantil depende en gran medida de las decisiones que tomen los padres o las personas que están a su cargo, pues su alimentación se basa en el ambiente en el que viven. 

Por lo anterior, resulta muy importante promover la educación alimentaria entre quienes tienen a su cargo la salud infantil y recordar que la guía de un especialista en la salud tendrá un mejor impacto en su calidad de vida.


 

Fuentes de consulta

 

Claro, H. (s/f-a). Leche materna y fórmulas infantiles. Hablemosclaro.org. Recuperado el 25 de abril de 2023, de https://www.hablemosclaro.org/leche-materna-y-formulas-infantiles

Claro, H. (s/f-b). Los primeros 1000 días de vida para prevenir la obesidad infantil. Hablemosclaro.org. Recuperado el 25 de abril de 2023, de https://hablemosclaro.org/los-primeros-1000-dias-de-vida-para-prevenir-la-obesidad-infantil/

Ejecutivo, R. (s/f). Crecer bien en un mundo en transformación. Unicef.org. Recuperado el 25 de abril de 2023, de https://www.unicef.org/media/61091/file/Estado-mundial-infancia-2019-resumen-ejecutivo.pdf

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Alimentación saludable

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